Afganistán, la tumba de los propósitos.

A Afganistán se le conoce como la tumba de los imperios. Sin embargo, de aquel laberinto montañoso, circundado por fértiles valles, los invasores regresan, además de derrotados militarmente, con la atónita expresión, de no comprender para qué llegaron, ni con qué vuelven en sus conciencias, bajo el concepto de propósito, y de la Humanidad que creían representar. Todas las incoherencias se manifiestan; todas las coherencias se derrumban, y todo se vuelve desquicio. Afganistán es, en definitiva, la tumba de los propósitos. Entre tanto, surgen interrogantes apremiantes: ¿Sobreviene una larga guerra civil? ¿Habrá una escalada de venganzas, o de terrorismo internacional? ¿Hay peligro nuclear?

Presidente Joe Biden, 27 de agosto de 2021

SALDO TRAS 20 AÑOS DE OCUPACIÓN ALIADA:

La retirada de EEUU de Afganistán, se anunció durante la gestión Obama, a principios de 2014. Las fuerzas de ocupación, en cualquier guerra de invasión, representan un gasto fijo para los países invasores. Gasto que consume parte de los recursos que se suelen saquear. De manual es que se reconstruya la fuerza militar local, para mantener el orden político, hasta que se hayan cumplido los objetivos de la invasión, y las tropas ocupantes puedan regresar a sus hogares. Entre tanto, las fuerzas de combate se reducen a lo estrictamente necesario. Cuando Obama llegó a la presidencia en 2009, había alrededor de 180.000 soldados estadounidenses. Obama visitó Afganistán, como comandante en jefe, y en ese viaje, su vicepresidente, Joe Biden, le dijo: “Si usted le pregunta a 10 de los nuestros, sobre qué creen que estamos haciendo aquí, obtendrá 10 respuestas diferentes. Estamos funcionando en piloto automático”. Esto está plasmado en un informe, emitido éste mes, y compartido hace horas por Pedro Brieger, en su cuenta de Twitter. El documento, titulado What we need to learn: Lessons from twenty years of Afghanistán reconstruction, de John F. Sopko, inspector general para la reconstrucción de Afganistán, detalla en forma elaborada, el desarrollo de las acciones estratégicas de reconstrucción de aquel país, a lo largo de dos décadas. A manera de resumen, el informe deja en claro que no se ha sabido, claramente, que fue lo que EEUU estuvo haciendo en Afganistán. Y se utiliza un término tan práctico como lo es el espíritu anglosajón para concebir las cosas:  Una desalineación crónica entre fines, caminos y medios.

Evolución de gastos de EEUU en Afganistán 2002-2021, según el informe What we need to learn: Lessons from twenty years of Afghanistán reconstruction

Se extraen los logros y avances sociales y económicos en diferentes localidades afganas, tras veinte años, y también los costos: En vidas, representó 2.443 soldados estadounidenses muertos (más los 10 del atentado del Aeropuerto), 20.666 heridos; 1.144 soldados aliados muertos, y 66.000 soldados afganos muertos. Más de 48.000 civiles afganos han muerto, y al menos 75.000 han resultado heridos desde 2001. En dinero, 145 mil millones de dólares destinados a reconstruir el país, sus fuerzas de seguridad, instituciones gubernamentales, economía, y sociedad civil. El gasto de guerra fue, por su parte, de 837 mil millones de dólares (el doble del PBI argentino). Se estima entre Afganistán, Irak y Pakistán durante dos décadas, un gasto total de 6,4 billones de dólares. Además, el informe aclara que éstas cifras pueden ser subestimaciones significativas. Es interesante, a su vez, analizar las siete lecciones que recoge el informe. Desde una óptica propia, he de dar una interpretación, basada en los datos disponibles hasta ahora, de cada una de las lecciones marcadas por el informe de Sopko:

Lección 1: Esta reza lo siguiente: “El gobierno de los Estados Unidos luchó continuamente para desarrollar e implementar una estrategia coherente, para lo que esperaba lograr”: En los términos de éste análisis, esto parece indicar la falta de una línea de planificación coherente y unificada, a nivel político, desde la Casa Blanca misma. Bush no pareció tener un objetivo claro para la invasión; ni Obama, y mucho menos Trump, que incluso optó por (En palabras de Biden), pactar la retirada con los talibanes, a costa de la seguridad de los propios aliados OTAN.

Lección 2: “El gobierno de los EEUU, consistentemente subestimó la cantidad de tiempo necesario para reconstruir Afganistán, creó líneas de tiempo poco realistas, y expectativas que priorizaron, gastando recursos rápidamente. Estas elecciones generaron un aumento de la corrupción, y la consecuente reducción de la eficacia de los programas”: Intromisión de intereses corporativos que distorsionaron los objetivos de un propósito general de invasión y reconstrucción.

Lección 3: “Muchas de las instituciones, y proyectos de infraestructura que los EEUU construyeron, no eran sostenibles”: Como consecuencia de lo anterior, la falta de un ente centralizado de planificación a largo plazo, derivó en la elaboración caótica de emprendimientos y construcciones, imposibles de ser sostenidas sin un sistema económico y administrativo estatal, conducido por la burocracia nacional de un país soberano.

Lección 4: “Políticas y prácticas contraproducentes de personal civil y militar, frustraron los esfuerzos”: Contratistas del sector privado, corruptos, como son por su esencia empresarial; soldados americanos ignorantes de todo tipo de cultura general; comandantes muy profesionales pero colapsados por cubrir campos de acción diversos, en una guerra híbrida para la que no están específicamente preparados; personal afgano desmotivado por un proyecto de país impuesto desde afuera y poco claro; intereses nacionales y etnoculturales incomprendidos o ignorados. Todos, factores que ejercieron una influencia autodestructiva permanente, en cualquier proceso de ocupación con pretensión de reinstaurar una paz relativa para la reconstrucción.

Lección 5: “La grave y persistente Inseguridad socavó los esfuerzos de reconstrucción”: No puede haber proceso de reconstrucción de país alguno, en medio de una auténtica guerra cruzada (civil, y de liberación), como la que está viviendo Afganistán desde 2001.

Lección 6: “El gobierno de los EEUU no entendió el contexto afgano y, por lo tanto, fracasó para adaptar sus esfuerzos en consecuencia”: El gobierno de EEUU no comprendió el contexto afgano, pero es poco factible que su oficialidad militar no lo haya comprendido. Es por eso que, considero, no se debe subestimar la comprensión de las fuerzas militares estadounidenses. Tal vez, no exista mejor analista de la realidad afgana, que un militar estadounidense de carrera, por dos razones: 1- La instrucción de la oficialidad militar, en países con grandes tradiciones militares, y desarrollo histórico de doctrinas de defensa, suele comprender conocimientos generales y específicos, desde historia y geografía, hasta psicología, y conocen la incidencia de la relación de fuerzas, en sociedades en que se dirime el poder interno, y fronteras afuera, mediante acuerdos o desacuerdos con lógicas propias. No son improvisados. No debemos dejarnos engañar por las decisiones intempestivas e incoherentes de los cambios de administración presidencial, o la mentalidad infantil y primitiva de soldados estadounidenses, que van desde jóvenes inexpertos e inocentes, hasta aquellos que cometen crímenes aberrantes y se toman fotos sonriendo. 2- Dos décadas de conocimiento fáctico del terreno, medios tecnológicos apropiados, como los invasores soviéticos no podrían haber soñado; una poderosa maquinaria informática; miles de intérpretes (Muchos de los cuales luego fueron abandonados a los brazos vengativos de los talibán), convierten a los generales estadounidenses, en los recursos humanos occidentales mejor conocedores de la mentalidad y el contexto afgano. Sin embargo, no son los generales quienes toman las decisiones en una empresa de ocupación, con miras a construir una sistema de mercado, sino operadores de la CIA y contratistas de intereses privados. La diferencia clave está en la confianza total que las élites corporativas ponen en datos estadísticos y de bigdata, que fallan, tanto en la realidad afgana en terreno físico, como comunicacional (Por la falta de acceso, y por la práctica de acuerdo personal y tribal en forma no escrita, que los caracteriza), que es la ventaja táctica de los talibanes, pero también la táctica de sobrevivencia del pueblo afgano. Allí es donde EEUU entró, en 2001, en su propio laberinto de espejos capitalista, como las consultoras en las elecciones: Perdido, y perseverante en su ceguera, hasta perderse a sí mismo. Es por eso que:

Lección 7: Las agencias gubernamentales de EEUU rara vez realizaron un seguimiento suficiente, y evaluación, para comprender el impacto de sus esfuerzos: El seguimiento, y la evaluación, siendo innecesarias y costosas para empresas privadas, que se embolsan la ganancia con apenas puestas de escena sobre el terreno, que se puedan comprobar, no se producen, cuando no se está llevando a cabo un plan estratégico centralizado y dirigido por las mismas mentes que operan la misión militar de invasión, en primer término.

LA RETIRADA DE LA OTAN, Y EL AVANCE TALIBÁN:

Cantidad de ataques sufridos por la coalición 2002-2020, según el informe What we need to learn: Lessons from twenty years of Afghanistán reconstruction

En 2014, la presencia aliada estaba corporizada en 52.000 efectivos, 33.000 de los cuales eran estadounidenses. Y se planificaba, para 2016, dejar emplazada una fuerza de apoyo de entre 3.000 y 9.000 hombres, cifra que luego el presidente, premio Nóbel de la Paz, definió en 5.500. Pero en 2016, luego de cuatro años de reducción de gastos globales, y en medio de un año de cierto recrudecimiento de ataques, Obama retrasó el proceso de retirada e incumplió su promesa.

La administración Trump heredó una situación de estancamiento. Los afganos de las grandes ciudades, al cobijo de la OTAN, intentaban reconstruir sus vidas y redescubrir ciertos aspectos de la libertad occidental, a costa del ostracismo y la muerte del 80% de la población, rural, que vivía presionada entre los combates de la interna talibana; los ataques entre talibanes y fuerzas del gobierno; bombardeos estúpidos y discrecionales de fuerzas estadounidenses; abusos terribles de las fuerzas gubernamentales afganas respaldadas por la OTAN y dirigidas por señores de la guerra y del narcotráfico de opio, y perturbadores (Para ellos) cambios culturales liberales, que emanaban desde la capital Kabul, y otras ciudades importantes como Kandahar y Mazar e Shariff. A comienzos de 2020, mientras la democracia de EEUU vivía sus momentos más inciertos, la capacidad de la primera potencia para enfocarse en el mundo, parecía difuminarse. En febrero, se llevaron a cabo en esas circunstancias, los acuerdos de Doha, que representaron en definitiva la claudicación de la pretensión estadounidense, no ya de generar un enclave seguro de operaciones en el centro de Asia, sino incluso de la posibilidad de una salida gradual y ordenada de la OTAN. Fue entonces cuando todo se precipitó. 2020 fue el año más violento en Afganistán, tal vez, desde la guerra civil en 1996. Atentados con bombas y disparos; escaramuzas y emboscadas a lo largo de todo el país, contabilizados en más de 40.000 durante todo el año, y según la Inteligencia gubernamental, en un 99% perpetrados por fuerzas talibanas, que ya por entonces controlaban más de un tercio del territorio rural del país.

Biden anunció que la retirada de Afganistán, acordada por Trump en Doha, se concretaría en la emblemática fecha del 11 de septiembre de éste año. Pero los talibanes tomaban posesión de puntos estratégicos en gran parte del territorio afgano, mientras las fuerzas de la OTAN abandonaban cada vez con más prisa, los puestos militares. Ya el 20 de julio, un ataque con tres cohetes en la propia Kabul, cerca del Palacio de gobierno, interrumpió una transmisión en vivo del propio presidente durante la ceremonia del fin del ayuno, tensando el momento para los aliados locales del gobierno. Para el comienzo de agosto, la OTAN sólo controlaba puntos estratégicos en las grandes ciudades, útiles a su propia retirada, y el ejército afgano presentaba algunas escenas de resistencia muy aisladas y descoordinadas, en las inmediaciones de las ciudades, con la asistencia de la aviación, en casos muy concretos. Fue entonces cuando, desde la Casa Blanca se adelantó la fecha de retirada para el 31 de agosto. De aquí en más, al gobierno afgano, encabezado por el presidente Ashraf Ghani, sólo le quedaban sus propias fuerzas y las alianzas locales con los señores de la guerra, para resistir a los talibanes y, al menos, sostener los puntos del acuerdo de Doha sobre la posibilidad de un co-gobierno y una transición pacífica y sin venganzas, en el peor de los casos. Ghani daba declaraciones tranquilizadoras y promesas de contraataques, mientras hacía los bolsos para irse del país, y las últimas desmoralizadas tropas que eran leales al gobierno, se aglutinaban en algunas capitales como Kandahar y Kabul.

Con una fuerza estimada de 75.000 combatientes en todo el país, los talibanes arremetieron en forma simultánea a varios objetivos, hasta entonces vedados por la presencia de la OTAN. El 5 de agosto, entraron en la ciudad de Zaranj, capital de la provincia sureña de Nimroz, limítrofe con Irán, sin encontrar resistencias. El 7 de agosto, los talibanes tomaron Sheberghan, capital de Jawzjan, ésta vez al norte del país, limítrofe con Turkmenistán. El 8, Kunduz, zona hasta entonces ocupada por el contingente alemán. En ese momento, los últimos grupos estadounidenses abandonaron la base de Bagram, el principal enclave militar, y sede de sus operaciones. Una base que devino, en su tiempo, en presidio de guerra y sede de actos de tortura.

En esa misma semana, Rusia, China y la India realizaron una serie de ejercicios militares para ejercer presión, y asegurar la estabilidad de la región ante el rápido avance talibán. Un hecho de poca difusión en occidente, pero que evidencia el interés y la conciencia de los gobiernos de las potencias limítrofes con el Indu Kush, de la posibilidad de desestabilización de sus propios territorios, que podría hacerse presente. El 5, el ejército ruso realizó maniobras junto a Uzbekistán, a los que se sumarían otros con China e India el 9, incluyendo maniobras con aviación y blindados. Y el 10 con las fuerzas de Tayikistán.

Ya para ese momento, los talibanes habían tomado su séptima capital provincial. Con lo cual, configuraban, prácticamente, un cerco en torno a los valles del norte, incluyendo el de Panjshir. El siguiente gran hito, fue el 13 con la toma de Kandahar, sitiada durante varios días y lugar de los últimos contraataques coherentes del ejército afgano, y a partir de allí, casi todas las capitales provinciales cayeron prácticamente en forma simultánea, hasta el día 15, cuando los talibanes entraron en Kabul, sin combatir. La toma de Kabul fue, relativamente ordenada, y realmente pacífica. El gobierno huyó, y los aliados conservaron el Aeropuerto Internacional, en cuyas inmediaciones, más de 30.000 refugiados se apiñaban desde hacía una semana.

LA PEOR CARA DEL GOBIERNO AFGANO, UNA DE LAS RAZONES DEL AVANCE TALIBÁN:

El avance talibán, no puede ser reducido simplemente a la ferocidad combativa de éstos guerreros, aun cuando ésta sea encomiable. La escalada, y el avasallante progreso que han tenido, se explica en gran medida por el apoyo popular en gran parte del país, y sobre todo en las zonas rurales, donde el talibán ha convivido durante éstas décadas con la población civil campesina, en muchos casos entremezclándose con ella, viviendo de, y con su economía. El talibán ha vivido, además, en términos logísticos, de ingresos de dudosas fuentes transfronterizas que unen su movimiento con el wahabismo, así como con estrechos lazos pastunes pakistaníes; con una estrategia global de Arabia Saudita, y, lo más irónico pero ya ampliamente sabido: La propia hegemonía global estadounidense. Pero, intentando comprender las cosas desde un punto de vista regionalista, y teniendo en consideración la constelación etnocultural y religiosa de Afganistán, la increíble facilidad con la que 75.000 guerreros se hicieron con una treintena de capitales en medio mes, después de 20 años de resistir en los campos y montañas nevadas, implica, al parecer, que su avance también fue el fruto de una serie de acuerdos regionales entre tribus para instaurar un orden político que brinde la estabilidad necesaria al país, en confluencia con los pastunes pakistaníes. Los mismos afganos, sobre todo del interior, e incluidos los numerosos casos de soldados que se pasaron a las filas de los talibanes, tenían algo que ganar: La paz en sus campos y pueblos, y el fin de la opresión de un gobierno corrupto, sustento de señores de la guerra. Estos, multiplicaron la producción y tráfico de drogas, apersonados por fuerzas militares y policiales, armadas por EEUU, que cometían todo tipo de latrocinios y actos depravados contra los civiles afganos, bajo la anuencia y protección de las tropas de la OTAN.

Tal es así que, entre ciertos militares y policías del gobierno afgano, era común la práctica del llamado bacha bazi (“jugar con chicos”), que consistía en tener, cada quien, uno o más niños como esclavos sexuales. En un artículo de El Mundo, de España, de 2015, se extrae el testimonio de un capitán del ejército estadounidense: “La razón por la que estábamos aquí es porque escuchamos las terribles cosas que los talibán hicieron a la gente”. Y remata Dan Quinn: “estábamos poniendo en el poder a gente que haría cosas peores que las que hicieron los talibán, eso era lo que me expresaban los ancianos del pueblo”. Quinn, fue apartado del Ejército, por haber golpeado a un oficial afgano al que intentó escarmentar para que deje libre a un niño que ya consideraba de su propiedad. Y no solo es la pasividad respecto a lo que ocurría entre ellos, sino, además, la repulsión de los afganos hacia el gobierno, se complementaba por la que deparaban a los propios occidentales. Aparte de los estadounidenses, los que más tristemente famosos se hicieron en 2020, por asesinar a sangre fría decenas de civiles inocentes y prisioneros, por deporte, y quedar impunes, fueron los soldados australianos, que desempeñaron un rol bastante miserable, dentro de una historia ya de por sí, de miseria.

QUÉ ES AFGANISTÁN, Y QUÉ SON LOS TALIBANES:

Por un lado, hay que pensar en lo que es Afganistán, en tanto país. Y por otro, el esquema Afganistán – Pakistán – Arabia Saudita. Esto último, vinculado a la relación hegemónica global estadounidense. Los talibanes no son, eminentemente, mercenarios financiados por el Departamento de Estado ni por la CIA, pero sí han sido, al menos en principio, financiados por los nuevos petrodólares híbridos (Les llamaré así, para diferenciarlos de aquellos de la década del 70´), con que la corona saudita, socia estrecha de EEUU, inunda el centro de Asia para difundir el wahabismo sunita más extremo e intolerante, en detrimento de las otras múltiples formas de aplicación del Corán en el mundo musulmán, y con un anclaje importante en Pakistán. Pensémoslo así: El dólar que gastamos en cualquier producto de compañías estadounidenses, paga el petróleo saudí, y los sauditas lo usan para financiar escuelas wahabistas, de las que salen elementos cada vez más fanáticos para la guerra hìbrida, como Daesh, que acaban atacando numerosos países árabes. Y no atacan países occidentales. En particular, Israel es el caso paradigmático con la fortuna de no haber sido agredido.

El nombre Afganistán significa “Tierra de los Afganos”. Afġān, que viene del persa Abgân, con que se identificó desde la antigüedad a los pastunes, como “criadores de caballos”. Y stān, el persa que designa “del lugar”. El país tiene una superficie de 655.000km2, equivalente a las provincias de Chubut, Río Negro y Neuquén combinadas. Una población total de 36 millones de habitantes (el 82% de la población argentina). La ciudad más grande, en forma desproporcionada, es Kabul, con más de 3 millones de habitantes, mientras la segunda es Kandahar, con alrededor de 500.000 habitantes. La mayor parte de la población, que es rural, vive de la producción agrícola, principal exportación del país. Afganistán, así como su vecina Pakistán, posee una marcada diversidad étnica. Casi la mitad de su población (42%) pertenece a la etnia pastún, por la zona sur, que le une estrechamente al norte pakistaní, como un cordón umbilical. En segundo término, tayicos al noreste (27%); hazaras en el centro (9%); uzbekos al noroeste (9%); aimak (4%), y luego otras etnias minoritarias.

Afganistán no tiene salida al mar, pero comparte fronteras con numerosas naciones: Turkmenistán; Uzbekistán; Tayikistán; Pakistán, y nada menos que con China e Irán en sus extremos oriental y occidental. La composición mayoritaria pastún, que explica tanto al afgano como al pakistaní en gran medida, es contrapesada en Afganistán por una gran influencia persa, que incide en sus idiomas. En términos estrictos, hay dos idiomas oficiales: el pastún y el darí, ambos esencialmente surgidos del persa. No obstante, en términos religiosos es donde se diferencia el afgano del iraní. Ambos musulmanes, el afgano en sus diferentes etnias es un mosaico de prácticas islámicas y pre islámicas de raigambre suní, mientras Irán es básicamente el epicentro del chiísmo, y por eso existe una rivalidad natural entre los afganos en general, y los talibanes en particular, respecto a Irán.

La diferencia entre sunitas y chiítas no es menor. Básicamente se trata del gran cisma musulmán, originado en la muerte de Mahoma (632 DC) y su sucesión: Había tres califas (Úmar, Uthmán y Abu-Bakr,), y por otro lado Ali Ibn Abi Talib, primo de Mahoma, que se casó con su hija. Los descendientes de éste, y los de su opositor Mu’awiya, se enfrentaron durante años, hasta que en la batalla de Kerbala (680 DC), Hussein, hijo de Ali Ibn Abi Talib fue asesinado. Desde entonces, los seguidores de éste, llamados chíat-u-Ali (partidarios de Alí), se conocen en forma abreviada como chías o chiítas, representan el 10% de los musulmanes. Los sunitas, son los que se basan en los sunna, un compendio de enseñanzas silenciosas de Mahoma. En esencia, las diferencias son interpretaciones coránicas, corpus de legitimidad del poder, y por debajo una diferenciación entre las formas de concebir aspectos de la vida cotidiana, desde el punto de vista religioso. El sunita se caracteriza por ser más “puritano” en el sentido del Islam, y de él, que representa el 89% de los musulmanes del mundo, surgen las corrientes fundamentalistas más conservadoras, encabezadas por el wahabismo saudita.

MUYAHIDINES Y TALIBANES

Tanto los muyahidines apoyados por EEUU en los 80´contra el régimen soviético, como los talibanes que tomaron el poder instaurando el Califato en 1996, desplazando a los muyahidines, eran pastunes y sunitas. La diferencia (en el marco de éste análisis), es la incidencia creciente del wahabismo, y el hecho de que los muyahidines erigieron una red de poderes regionales encabezados por los Señores de la Guerra, fortalecidos por EEUU, y que luego se sustentaron mediante el comercio de opio para las exportaciones de heroína a EEUU. Los talibanes de 1996, mucho más estrictos en lo religioso, repudiaban la decadencia moral de los muyahidines. Aquellos talibanes, eran los hijos huérfanos de afganos, que a causa de la política de exterminio que las fuerzas soviéticas llevaron a cabo durante su ocupación, se refugiaron en Pakistán, donde, con recursos saudíes, funcionaban las madrasas, escuelas wahabitas ultraconservadoras. Los talibanes (Talibán significa “Estudiante”) surgidos de las madrasas, fueron reclutados para reinstaurar un islam puro, en que se aplique la ley sharia (Compendio de estrictas normas de vida y pautas de propiedad, en que se incluye un férreo control sobre lo que puede, y no puede, ser y hacer la mujer, entre otras muchas cuestiones). El pueblo afgano en general apoyó a los talibanes contra los señores de la guerra, pero el régimen talibán tampoco fue un paraíso (Menos aún para la pretensión de libertad de las mujeres).

CAMBIO DE BALANCE DE PODER REGIONAL: EL VECINDARIO NUCLEAR.

Zona de población de etnia pastún entre Afganistán y Pakistán

Los talibanes de hoy, son la evolución de aquellos talibanes que pasaron a la clandestinidad en 2001. Hubo una transformación en el esquema de rivalidades, que implicó tanto a EEUU como a la región de Indu Kush: EEUU, pasó del presupuesto mayoritario al Ejército, y minoritario hacia la CIA, hacia una relación inversa en la zona, dadas las necesidades tácticas de la ocupación en un país tan complejo. Y con ésto, ganó poder y autonomía el aparato privado empresarial, vinculado a las armas y las operaciones descentralizadas.

Asimismo, Pakistán recibió una enorme financiación por parte de EEUU, y respaldo al desarrollo de sus instituciones, fuerzas armadas y servicios de Inteligencia. Pakistán es un país sumamente complejo, con un nexo vital con Afganistán, pero que ha vivido un proceso de desarrollo más sólido, y no obstante, adolece de internas importantes que lo obligan a tener una política regional muy cuidada, y una estrategia bifronte, entre la injerencia estadounidense; el vecino afgano, y la India. Los talibanes, se recostaron cada vez más en su matriz pakistaní, y pasaron a ser en gran medida funcionales a la estrategia pakistaní, de consolidación de una fuerza pastún potente que torciera el brazo de las fuerzas gubernamentales, cada vez más coaligadas con el enemigo mortal de Pakistán: La India. Por eso, el gran ganador con la caída del régimen de la OTAN, fue Pakistán, al asegurarse las espaldas, y recortar la influencia de la India, que es una amenaza directa a su existencia, y potencia nuclear también.

Talibanes, los hubo a ambos lados de la frontera pakistaní. De hecho, es la estructura de los talibanes pakistaníes, la que mantuvo funcionando con fuerza y logística, al corazón de las fuerzas talibanas durante la ocupación aliada, después del 11-S y la invasión ordenada por George W. Bush. No se comprende al talibán afgano sin avistar al talibán pakistaní, en esa frontera artificial. Recordemos que la línea Durand, es la clásica línea trazada por los británicos, en su política de dividir pueblos de las mismas etnias, y reunir etnias e idiomas diferentes en unidades geopolíticas inviables, para que dependan siempre de un poder extranjero (ellos) para mantener su estabilidad interna.

Hoy, se habla de los talibanes como una amenaza para la paz, ante la posibilidad de que se conviertan en una plataforma de organizaciones terroristas. Y eso es, ciertamente, una posibilidad. Pero si los talibanes se plantean construir un país, cimentado en su doctrina religiosa, y la aplicación estricta de la sharia, lo más probable, es que, una vez consolidados, en caso de lograrlo, se conviertan en una amenaza a largo plazo, para sí mismos. En realidad, la más grave amenaza para el mundo, que pueda surgir allí, han de ser otros grupos que intenten socavar a los talibanes, para reestablecer la red de poder sostenida por el tráfico de opiáceos; la injerencia directa (o desviada) del wahabismo saudí, y el acaparamiento de poder dentro de Pakistán. Este país, que posee armas nucleares, sostiene una posición importante y su lógica propia, sobre la base del elemento pastún que comparte con Afganistán. En tanto este balance siga siendo imperante en la región, el peligro está circunscripto. Pero crece la lógica incoherente de los negocios capitalistas liberalizados; los ejércitos privados mercenarios, y el enclave desestabilizador que representa la derecha israelí, aupados por la CIA; Arabia Saudita y el Departamento de Estado respectivamente, combinadas con la inoperancia y debilidad política de gobiernos y estados occidentales. Estos, carcomidos por la privatización de sus capacidades, y el desquicio del poder de las grandes corporaciones que dirigen sus agendas, hacen que cualquier locura, sea posible.

En lo inmediato, Zabiullah Mujahid, portavoz de los talibanes, aseguró el 18 de agosto una amnistía general y respeto por las libertades de las mujeres, expresando un cuidadoso mensaje según el cual, no permitirán que el territorio afgano sea utilizado como plataforma para ningún acto terrorista. Algunos analistas descreen de las palabras talibanas. Por mi parte, creo que depende de, si los talibanes pueden aspirar a gobernar en la legalidad. Si es así, es muy posible que respeten esto total o parcialmente. La sombra de una larga guerra civil, hace que esto, y muchas otras cosas, estén en dudas. Los países que más están haciendo por la estabilidad de la región, son China y Rusia, le pese a quien le pese.

LA RESISTENCIA DE MASSOUD ¿QUÉ PUEDE SUCEDER EN PANJSHIR? HIPÓTESIS:

Ahmad Massoud, es hijo del héroe nacional Aham Shah Massoud, uno de los Señores de la guerra que disputaron el poder, peleando contra los soviéticos, y luego en la guerra civil contra los primeros talibanes, que Al Qaeda lo eliminó en 2001, meses antes de la invasión estadounidense. Lidera el Frente de Resistencia Nacional (FRN), una coalición multiétnica, nutrida con elementos del derrotado ejército nacional, que se reagruparon en el Valle de Panjshir. El cerco se cerró sobre ellos en la segunda semana de agosto, pero aquel valle, casi 100km al noreste de Kabul, asemeja una fortificación montañosa, de un tamaño menor a Tucumán, provisto de recursos de subsistencia, agua y producción de alimentos para vivir aislado por años. El Kabul talibán no podría evitar que la OTAN provea de armamento al FRN por aire (Los talibanes no tienen fuerza aérea, y los helicópteros abandonados por EEUU están inutilizados). Sin embargo, la estampida de la OTAN para abandonar el país, demuestra que no tienen ya voluntad de seguir comprometiéndose militarmente. Francia ha apoyado moralmente, pero no se debe esperar nada: La conducta diplomática francesa, no tiene ningún valor. Si bien los talibanes no tienen, de momento, armamento pesado para asediar una zona complicada, en la que no tienen aliados internos, pueden desgastar a Massoud, e incursionar cada vez con más contundencia en la periferia, hasta derrotarlo. Desgraciadamente, ninguno de ambos bandos pretende tomar soldados prisioneros. De hecho, Massoud resiste, probablemente, porque quedó atrapado cuando los estadounidenses abandonaron Bagrám a escondidas, y no se puede rendir tampoco. Ésta puede ser una larga agonía. Pero si los Talibanes accedieron a la artillería apropiada, sobre todo de montaña; obuses y morteros (A diferencia de la antiaérea, con la que se los ha visto últimamente), la caída de Panjshir será muy rápida. La posibilidad de una larga guerra civil, no se circunscribe a Massoud. Los talibanes han aprendido, al parecer, la política con acuerdos y rifles, pero es difícil que puedan controlar adecuadamente las fronteras mientras intentan reorganizar y reconstruir un país. Además, hay que agregar que la OTAN necesita mantener presión sobre China y Rusia. Por lo tanto, aunque el FRN sea una causa perdida, es muy posible que surjan otras formas de agresión al (y en el) gobierno talibán. Pero es poco probable que se perpetúe como una guerra civil generalizada, sino como una inestabilidad regional que podría seguir, hasta que la Ruta de la Seda china se consolide en Pakistán. Así, la estabilidad depende de China, la potencia que más coherencia y responsabilidad demuestra en política internacional. Por su parte, los talibanes, a diferencia de otros grupos fundamentalistas como Daesh y Al Qaeda, se centran en Afganistán. Buscarán consolidar un orden social y político fundado en la religión y los acuerdos étnicos, bajo la figura del Emirato. Un Emirato, es un sistema político y administrativo monárquico religioso, de rango inferior a un Califato (Un Califa es considerado sucesor de Mahoma, tema delicado), pero con amplia potestad militar. Su estructura de poder y legitimidad, viene siendo construida desde hace años, con cierto consenso mayoritario entre la población del interior, centrado en el elemento pastún. Pero ser la cabeza de Afganistán, hoy, es el empleo más peligroso del mundo. Sólo un gran acuerdo hacia adentro y hacia afuera, garantiza que se pueda consolidar.

LA TUMBA DE LOS PROPÓSITOS:

Los imperios, desde Alejandro Magno hasta EEUU, pasando por mongoles, británicos y soviéticos, han querido instaurar en los confines de las indómitas tierras afganas, una idea de mundo y un proyecto civilizatorio, desconociendo al alma civilizada, en el cuerpo de pueblos arraigados en el pasado. Y una y otra vez, acaban saliendo en tropel, atiborrados de heridas; fantasmas de sus propios crímenes; y perdida la Fe en sus propias fuerzas y valores. Con ello, el espíritu imperial detrás de los corazones de dirigentes y soldados, antecede al colapso material, que el tiempo ve ocurrir una y otra vez, sin importar el poder militar que hayan ostentado.

Se ha debatido sobre la posibilidad de que la retirada estadounidense fuera un negocio astuto, o una derrota humillante. Y la realidad es que, los imperios tienen la ventaja de hacer negocios con sus derrotas. Es lo que les diferencia de los países dominados, para quienes una derrota puede representar el fin. Un imperio es como un árbol, que puede resistir un hachazo y sacar nuevas ramas. La clave está en la cicatriz: Si sana y fortalece, es una lección aprendida. Si no lleva a cambios estructurales (No simplemente trasladar tropas a otras regiones del mundo), evidencia podredumbre. Ya en Líbano sucedió algo similar, con Reagan, fundador de la era neoliberal, con su característica demagogia de frases de autoayuda, y retórica maniquea del bien contra el mal. Asimismo, Afganistán no le podría causar daño material relevante al poder estadounidense, capitán de 11 portaaviones clase Nimitz. Pero ésto no fue una simple invasión, sino la pretensión de un proyecto regional amplio, implicando el conflicto más largo de su historia, donde los demás habían fracasado, y fracasó en una forma aún más bizarra. Hacia afuera, el prestigio de EEUU, en tanto imperio, como garantía de calidad para sus aliados, que son su red de poder, se diluye. Y hacia adentro, lo que llevan los soldados a casa, es la conciencia de la pérdida del propio espíritu estadounidense, con su relato demócrata y liberador, hecho trizas. Creyeron su relato; aterrizaron con un poder de escala global, y salieron repudiados por gran parte del pueblo; abandonando colaboradores; defraudando aliados; regalando armamento; lamentando 2500 hijos muertos, y la mente desquiciada de otros miles, por fantasmas de los crímenes que cometieron, allí donde se supone que harían “el bien”.  

Afganistán, fue un pequeño país rural que buscó descubrirse a sí mismo en la modernidad, agregando las luces de occidente, a sus vivos colores tradicionales, y fue más progresista que muchos de sus vecinos hasta fines de los años 70´. Como lo refleja el documental Bitter Lake (2015) de Adam Curtis, occidente llegó con sus guerras económicas e ideológicas, y lo arrastró a éste horrible presente. Obligado a sobrevivir, en un país donde la expectativa de vida promedio es de 49 años, el afgano aprendió a desprenderse (o le fue arrebatado) todo lo que no sirva para sobrevivir. Aprendió a aferrarse sólo a la oscuridad de los túneles, a la aridez filosa de sus montañas; a la desconfianza; al cinismo de la guerra psicológica, y hoy se ve irreconocible, incluso ante sí mismo. Hoy el afgano, se defiende incluso de su propia sombra. Tal vez, la palabra más apropiada para definir la historia reciente, y los últimos eventos en Afganistán, sea el Desquicio. Pues se ha configurado como un lugar en el mundo, en que nada parece tener un sentido claro, y donde todos los sentidos y propósitos, que todos creían tener claros, chocan entre sí, en un frenesí sangriento por la preeminencia, y por una hegemonía que, ya nadie, es capaz de consolidar.

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