Piquete y cacerola, la lucha es una sola.
A 20 años de la semana decisiva del fin del largo ciclo liberal de 1975-2001, la memoria es un deber cívico crucial para nuestro futuro. He aquí, cinco claves para la búsqueda de un entendimiento de la lección historia, de cara a los fantasmas que perviven en nuestro presente, después de la hazaña de un pueblo de clase media y popular, unidas para poner fin al relato político y cultural, de una élite financiera siempre al acecho.
La historia del colapso de 2001, empezó en 1975, bajo el fin del gobierno de Isabel Martínez de Perón, luego de fallecido el General. La asunción del ministro Celestino Rodrigo, inició el preámbulo de las políticas de ajuste y desregulación liberal de nuevo cuño, si bien la misma óptica había sido instaurada, pero en otras condiciones, por Onganía en 1966, y su ministro Krieger Vasena, el antecesor de Martínez de Hoz, que a su vez fue el antecesor de Cavallo en lo que a políticas liberales y de ajuste refiere.
La dictadura de 1976, comenzó con el proceso de vaciamiento de las empresas estatales, la liberalización importadora; reducción de impuestos a los ricos y liberalización financiera, bajo la Ley de Entidades financieras 21.526, de 1977, que sigue vigente, determinando la forma en que opera nuestro endeble sistema bancario, cambiario y financiero. En conjunto, esto fue el comienzo de la dolarización de la economía, en un esquema que ya conocemos, según el cual dos monedas coexisten en un mismo sistema monetario, volviendo difuso, volátil e inestable todo el mercado cambiario, en un país en que hasta 1977, no se necesitaba del dólar para ninguna transacción interna, tal como, por ejemplo hoy mismo, en Brasil no se utiliza el dólar en casi nada. En otro artículo, hablé sobre cómo las políticas liberales, llevaron a nuestro país a sufrir devaluaciones que permitieron la emisión de billetes de hasta un millón de pesos nominales, ya para la década del 80`.
La dictadura también abrió las puertas a las multinacionales y centralizó el capital privado en pocas manos, inaugurando la era de los monopolios trasnacionales que reducen el empleo y elevan los precios de los mismos productos que producimos, haciéndonos pagar caro, por lo que nuestro país produce a extraordinario bajo costo y en abundancia: Los alimentos, principalmente.
Alfonsín, desde 1983, mantuvo las mismas relaciones de poder económico, y profundizó el ajuste fiscal, expresando su política como “economía de guerra”.
Menem, realizó las últimas reformas liberales que faltaban (Y a las que ningún otro país se atrevió). Así se privatizaron 400 empresas públicas, entre ellas Aerolíneas; Gas del estado; Ferrocarriles Argentinos; los fondos de pensión y jubilación; el agua; la electricidad e incluso YPF, siendo los únicos en Latinoamérica que privatizamos nuestra empresa petrolera. Se instauró la Convertibilidad, que en los hechos significó la dolarización total de la economía, y la inflación bajó, pero la deuda externa se convirtió en una bola nieve, imposible de detener.
La Alianza encabezada por la UCR, con De la Rúa a la cabeza, inauguró el libreto del “Cambio“, y la lucha contra la corrupción como retórica electoralista, llegando al gobierno para continuar una política liberal, que a partir del menemismo se denominó neoliberal, bajo el Consenso de Washington.
De la Rúa, entró en un laberinto sin salida, pues en lugar de abandonar las políticas liberales, agudizó el ajuste fiscal para sostener el esquema de la Convertibilidad, a costa de incrementar el endeudamiento, que llegó a una cifra récord en 2001, bajo canjes de deuda escandalosos.
Toda la riqueza nacional se iba hacia los acreedores y los bancos internacionales, y cuando ya no existía en las arcas del estado, el ministro Cavallo recurrió a robarle, directamente, los ahorros a la clase media argentina en los bancos: El ya famoso “Corralito“. Es decir, los primeros en pagar por un modelo de ajuste liberal, son los pobres; los trabajadores asalariados; los jubilados y los niños de las clases populares. Pero cuando se llega al fondo de esa olla, la clase media tampoco se salva. Esa es la primer lección a aprender, cuando hablamos de gobiernos liberales de derecha, o neoliberales.
Así, entre las protestas de los pobres y desocupados, y la suma de las protestas de la clase media, el país, que se venía volviendo inestable desde 1998, se terminó de incendiar en 2001.
Era más del 70% del pueblo, reclamando la renuncia de un presidente que prefería ajustar y reprimir, beneficiando a los ricos, antes que escuchar a su pueblo. El gráfico, tal vez mas exquisito que en el cine retrató la historia y los hechos de la jornada final, fue la documental de Pino Solanas, Memoria del Saqueo (2003), que aclara los aspectos nodales de la sucesión de estafas políticas, financieras, mediáticas y culturales que nos llevaron al 19 y 20 de diciembre de 2001. Otro documental, más reciente, es Memorias sobre el fuego (2021), de Andreatta y Mugnolo, que ponen mayor énfasis en la represión.
A los argentinos nos costó 40 muertos, y la casi disolución del país. Sin embargo, una generación más tarde, cuando los jóvenes no sabían lo que representaba el ajuste ni el FMI, los funcionarios de la dictadura; Alfonsín; Menem y De la Rúa, volvieron. Más viejos, pero representando los mismos intereses, y lograron instalar la agenda del ajuste, el “problema” del gasto público, y la necesidad de una “apertura al mundo”.
Darío Lopérfido; Federico Sturzenegger; Horacio Rodríguez Larreta; María Eugenia Vidal; Oscar Aguad; Patricia Bullrich; Hernán Lombardi; Nicolás Dujovne; Miguel de Godoy; Carlos Melconian; López Murphy y el propio Domingo Cavallo como entusiasta consejero, entre otros, volvieron a hacer lo mismo bajo el gobierno de Macri, y quieren, desde luego, volver en 2023 a repetir por quinta vez, aunque buscarán hacerlo a través de algún candidato más jóvenes para encabezar la boleta. El negocio es la deuda, pues la deuda implica que seamos sirvientes y precarizados “emprendedores” sin derecho alguno, como en tiempos de la mita y la encomienda. La progresión de la deuda externa, es la radiografía de las corrientes ideológicas por las que atravesó nuestro país, que redundan en una visión colonial y esclavista:
Cometimos un grave error, en creer que después de 2001, los argentinos no podrían caer nuevamente en la trampa de creerle a la derecha, con su libreto de “moralidad”, de anticorrupción y de achique del estado, argumentado bajo el eufemismo del ahorro de recursos públicos, y emitido sistemáticamente desde las pantallas y antenas de las numerosas revistas; diarios, canales de TV y radios del Grupo Clarín y del Diario La Nación, con estrellas televisivas como Mirtha Legrand; Susana Giménez; Bernardo Neustadt; Mariano Grondona, que decían las mismas cosas que los Leuco; Lanata; Etchecopar; Viale y Majul de hoy, por mencionar sólo a los que tienen mayor alcance nacional.
La clave tras dos décadas después del mayor colapso de nuestra historia, no radica simplemente en saber a quién votar en cada elección, pues esto puede ser una trampa cuando, como en los años 90, todos los partidos planteaban el mismo libreto liberal. Hay que saber decodificar los mensajes que se camuflan de austeridad, libertad, moralidad, república, etc:
1- Cuando alguien se peina bien, viste ropa elegante y habla abriendo mucho la boca; modulando y gesticulando mucho, está coucheado. Y cuando alguien se couchea, hablando de economía como si ésta fuera una ciencia exacta que sólo implica cálculos contables, insistiendo en que, debemos sacrificarnos para alcanzar una meta futura de bienestar hipotética, lo que en realidad hace, es convencernos para que entreguemos nuestro bienestar y nuestros bienes nacionales a alguien más. Cuando dicen que “gastamos” demasiado en salud, educación o servicios estratégicos como trasportes, electricidad; agua; gas o Internet, o que pagamos demasiado poco, lo que en realidad pretenden es que vivamos precariamente, para entregar nuestros recursos naturales, favoreciendo el negocio de pocos. ¿Para qué sirve poseer una tierra rica en recursos, sino es para vivir mejor, nuestra breve vida en ésta Tierra? ¿Porqué padecer y pagar caro, aquello que nos brinda nuestra tierra, liberada por la sangre de nuestros patriotas?
2- El estado somos nosotros. Porque es lo que tenemos entre todos; lo que nos garantiza vivir en sociedad; la legalidad y legitimidad de nuestra propiedad privada. Cuando alguien habla de ajustar el estado, en realidad, habla de quitarnos lo que nos pertenece, y lo único que nos puede mantener unidos como sociedad, garantizando el acceso último a bienes esenciales para la vida. Todos los países, y sobre todo los desarrollados, tienen, preservan y fortalecen sus estados, pues el propio capitalismo se fundamenta en el estado. Debilitar nuestro estado, es el camino a ser una colonia de esclavos.
3- Los impuestos existen desde hace miles de años. El imperio romano los utilizaba; los estados imperiales y nacionales europeos los utilizaron, y hoy tienen enorme carga fiscal. Los países nórdicos, que ostentan la mejor calidad de vida de Europa, son, junto a Francia y Alemania, los que más presión impositiva poseen. Los impuestos, no son dinero que se “gasta”, pues no se pierde, sino que regresa al ciclo una y otra vez, a diferencia de la fuga de capitales, que lleva a cabo el sector privado. Por lo tanto, cuando el estado no gasta todo lo que recauda, nos están robando, porque ese excedente se lo apropia alguien. La clave no es que se cobren impuestos o no, sino en qué se utilizan (Desarrollo o financiación del endeudamiento externo), y quiénes pagan más (Progresividad, para que paguen más, quienes más tienen; o Regresividad, para que paguen más, quienes menos tienen).
4- Si nos dicen que no debemos gastar, lo que en realidad es nuestro, y nos taladran la cabeza con la metáfora del “gasto en el hogar”: ¿Porqué sugieren que para “no gastar”, y para sanear el déficit primario, es necesario pedir prestado, lo cual, en casa, equivale a pedir un crédito para hacer las compras del supermercado? ¿Desde cuándo, estar endeudados es bueno? Muy simple: Los que se quedan con los intereses de ese endeudamiento, son sus jefes, y ellos mismos, se quedan con las comisiones, mientras nosotros pagamos con una peor calidad de vida, trabajando por nada, y pagando caro, por lo que en realidad es fruto de nuestra tierra, y de nuestro trabajo.
5- Finalmente, cuando alguien reclama por su derecho a vivir dignamente (Sea docente; empleado público; pequeño comerciante; desocupado: estudiante; mantero; cooperativista; miembro de una comunidad originaria, colectivo de mujeres y diversidades; etc), y en la TV y las radios nos hablan sobre la libertad de tránsito y el problema de los muros pintados, en lugar de hablar sobre lo que le sucede a esos compatriotas que tienen problemas para alimentarse o acceder a derechos básicos, en realidad lo que intentan evitar desde esos medios, es que nos ayudemos entre nosotros. Porque, para saquearnos y doblegarnos, siempre buscarán cambiarnos la historia y el presente, haciéndonos creer que no valemos; que nuestro país es inviable; que la culpa es nuestra; que tenemos que padecer antes de progresar; y, lo más importante: Que nuestros vecinos y compatriotas no son nuestros iguales; que entre todos no somos un nosotros, sino meros individuos aislados. Lo hacen, pues si los piquetes y las cacerolas vuelven a unirse como en 2001, la grieta se termina, y no alcanzarán las amenazas de corridas cambiarias del mercado financiero, ni las balas de un gobierno, para arrodillarnos, y cualquier gobierno presente o futuro, no podrá nunca más priorizar los intereses de una deuda injusta, por sobre nuestro bienestar.
La historia de la Humanidad siempre fue una lucha de recursos e intereses disputados entre minorías privilegiadas y mayorías trabajadoras, divididas y enfrentadas entre sí, por los disfraces de valores morales y colores de estandartes. Favorecer a los ricos, nunca ayudó a ningún pueblo a prosperar, y en Argentina desde 1976 hasta 2001, eso quedó perfectamente demostrado.