La Argentina comunista: El relato de las ganas de tener un motivo real para ser oposición.
La semana pasada el presidente de la República Argentina, el Dr. Alberto Ángel Fernández, tuvo una gira por Rusia, China y Barbados. Sobre los dos primeros fue donde se desato la ‘’epopeya comunista’’.
El anticomunismo en Argentina no es nada nuevo, desde los atentados a la triple A de la mano de López Rega y la persecución militante a sus organizaciones, se fue levantando un posicionamiento ‘anti dictatorial’ del socialismo y comunismo tanto en democracia como durante los gobiernos de facto.
Hoy en día no se recrimina tanto la militancia comunista en sí, sino el pensamiento popular, y ese mismo pensamiento es característico de peronistas.
Jactar al peronismo de comunista es nefasto, dentro del mismo solo se busca generar trabajo digno a través de la industrialización nacional y que haya una movilidad social ascendente, con más derechos y justicia social. Pero aun así, el peronismo se mantiene dentro de los estándares de un sistema de partido democrático, y no en un régimen antidemocrático.
Que se vean en gran parte desfavorecidos los sectores de la oligarquía terrateniente debido a la escasez de mano de obra barata y que haya incremento en la industria nacional, es la masa madre contra la cual atenta, es decir, contra los intereses individuales de la misma.
Fuera de Argentina, en Latinoamérica, o América en sí (excepto Cuba) ninguno tuvo un proceso comunista, sí gobiernos socialistas. El comunismo vendría de la mano de la revolución armada, y no en época de elecciones. Si hay candidatos comunistas, llegan al poder sus ideales, pero no su doctrina de gobierno.
La diplomacia de Alberto con la Federación Rusa y la República Popular China, no va más allá del sustento económico a base de inversiones. Los supuestos ‘halagos’ hacía el comunismo no van más allá de la realidad, Rusia y China son las potencias que son debido a sus políticas comunistas. Pero son políticas transitorias para la reestructuración de su política social y económica, pero no dejan de ser transitorias. China económicamente es capitalista.
Es un hecho de lo que triunfa es el capitalismo, pero acomodar dentro del mismo políticas sociales no hace a un país comunista sin antes el ya mencionado proceso revolucionario.
Muchos políticos argentinos hacen apología al comunismo para incentivar la ‘defensa’ de la libertad individual, pero es nefasto si se tiene en cuenta que inclusive dentro del comunismo el ciudadano promedio podía tener sus propias libertades económicas. Entonces, la ‘’defensa de la libertad’’ no pasa por ahí, pasa por la defensa de los intereses de los grandes monopolios.
Es patético afirmar que vivimos en un comunismo y que la batalla cultural la está ganando el marxismo. Hacer apología de que estamos rodeados en un sistema socialista es canallesco cuando a raíz de esa afirmación se busca adoctrinar e incentivar a una lucha inexistente.
La vaguedad del razonamiento cultural es preocupante, se visibiliza el desinterés intelectual de un sector que quiere ganar protagonismo a base de la bronca sometida de una dicotomía falsa, inexistente.
Todo esto obviamente tiene un interés político, porque precisamente de ahí se quiere ocupar lugares ejecutivos y legislativos para alimentar intereses individuales con el marketing de la meritocracia. Hacer apología a la meritocracia (que es el fundamento del trabajador promedio) es bastante de populista, entonces se plantea una lucha contra el populismo de la mano de populistas.
La influencia discursiva del periodismo y militancia opositora es deplorable, atentar contra la verdad y querer rebuscar teorías las cuales afirmen que el kirchnerismo (o peronismo en sí) es comunista por las políticas y la influencia que tienen sobre las clases trabajadoras y populares es irracional, cero objetividades de la realidad cotidiana.
¿En qué momento las juventudes pasaron de conquistar derechos en las calles a militar para derogarlas? Los movimientos LGBT, feministas, y los movimientos populares forman parte de su discurso anticomunista.
‘’La generación idiota’’ como afirma el intelectual contemporáneo Agustín Laje al hacer referencia que ‘’la juventud progre esta marginada de la realidad’’ es muy llamativo, en lo personal, los que están más conectados con la realidad son los pibes que la ‘agitan’, porque de esta manera hacen visibilizar su malestar cotidiano y de ahí a formarse una gran masa colectiva que conquista los derechos de libertad que les fueron negados.
En estos aspectos Laje está idiota, porque no puede ver más allá de lo que él considera correcto. Pero su subjetivismo es ominoso, ni en Argentina ni en ninguna parte del mundo la conquista de los derechos individuales fue una problemática, todo lo contrario, ayudan a conservar la estabilidad social.
El colectivo liberal anticomunista viene formado de sujetos que carecen de visión política propia, porque de alguna manera fueron marginados de la realidad cotidiana porque simplemente no la viven, y creen que el comunismo (el nuevo cuco que atormenta adolescentes) va a venir a quitarle los privilegios con los que fueron criados.
Es inexistente la llegada del comunismo a la Argentina, o a cualquier país en sí. Como dije anteriormente, el comunismo fue un proceso de reestructuración política y económica, pero fue momentáneo. De alguna manera hay que ‘salir al mundo’ para abastecer las necesidades cotidianas.
Plantear la batalla cultural usando de manera excesiva el término ‘’políticamente incorrecto’’, es demasiado, dejan muchas incongruencias y oraciones sin terminar logrando de esta manera que el debate no se dé, y que a los oídos del ciudadano que no posee información y formación política propia, se quede con la vaguedad de esos discursos promoviendo información irreal.
Se puede sostener un debate y tener argumentos coherentes sin la necesidad de utilizar el término ‘’políticamente incorrecto’’ en exceso ya que es vulgar en todo sentido, esas incongruencias y esa manera medrosa de debatir es lo que menos se necesita en un país democrático.
Defender la soberanía política es primordial, que el falso relato deje de ser marketing y motivo de una falsa e inexistente batalla cultural.