Les Artistas Sin Cartel

Los infinitos héroes desconocidos, valen tanto como los más grandes héroes de la historia” Walt Withman.
Heta avaguasu ndojeikuaáiva, oñemomba’ē guasuva’ērã opa aratýpe.

Hemos avanzado en los últimos años en materia de participación política, fundamentalmente por la sana irrupción de la juventud, que, con formas de organización todavía incipientes y un poco tradicionales, son un significativo aporte a la vez que un vendaval de aire fresco para tanto pretendido apoliticismo previo.

Pero sigue siendo materia inconclusa, insoslayable y pertinente tarea, construir el “vehículo” político- ideológico tanto para afianzar las conquistas recuperadas en los últimos años como para una sociedad futura indudablemente justa. Vehículo que deberá estar preparado para transitar aún por los terrenos más escabrosos a los que nos enfrenten las fuerzas restauradoras del neoliberalismo en el largo camino de la lucha por afianzar la soberanía nacional y lograr independencia económica.

Para esa construcción es menester la participación peculiar de un/a artista llamado “cuadro”. Individuo que se erigirá ante el resto de sus semejantes no tanto por su nivel educativo-cultural, sino por sus cualidades humanas, su espíritu crítico y de sacrificio. Algunas de sus características pueden estar sujetas a las diferentes etapas de construcción, pero las referidas deben permanecer inalterables.

Todos los y las militantes populares debemos esforzarnos por alcanzar esos estadíos, el solo hecho de intentarlo es una tarea magnífica y necesaria, por todos los desafíos que presupone esa labor y por ser aquel y aquella militante piezas indispensables.

Parece que no hay un único camino para la formación de semejante artista, pero por cuantos más haya transitado, más variada y mejor será su preparación, ya que debe orientarse a que su formación sea integral, para que tal “cuadro” sea capaz de militar en variadas circunstancias, entre ellas, de “soledad” orgánica.

Debe ser consciente de que su labor se inscribe en el marco de una etapa histórica determinada y que su misión no puede ser especulativa con respecto a los resultados en dicho período.

La mejor prueba para definirse como militante agente de los cambios más profundos, es tener una firme práctica y convicción del proceso democrático que estamos viviendo, y saber sintetizar su potencialidad en cada momento, consciente que podrá o no ver los mejores frutos del objetivo anhelado, sin que eso le quite su condición de verdadero precursor de esa sociedad tan soñada.

Condición importante es la de saber interpretar la realidad y desde ahí intentar transformarla. Cuanto mayor sea su conocimiento sobre práctica y teoría, menor será el riesgo de cometer errores en el campo de la praxis.

Pero además es necesario la capacidad de ligazón con el pueblo, que su nivel de conocimientos teóricos, incluso una gran capacidad intelectual, no lo convierta en una persona atípica ante la sociedad; ya que por desarrollo político no sólo debe entenderse el conocimiento sino la convicción de que un cuadro sin vínculo fuerte con el pueblo, podría ser un perjuicio para la multitud, y un abismo sin fondo para la militancia. Y también podríamos decir que los militantes transformadores de la realidad de los que sufren, pierden su fuerza y virtud cuando sus pies no descansan sobre el suelo.

A dichas cualidades pueden agregarse la necesaria astucia, pertinencia y estoicismo (a veces esto último es inapreciable) con los que se lleve a la práctica aquellos conocimientos en el seno del pueblo, que ciertamente, en general es cuerdo y no se amarra arriesgadamente a lo virtual o a lo desconocido.

La experiencia práctica siempre tiene algo más para agregar a la teoría, si bien ésta es un tercer ojo visualizando nuestro accionar.

De todos modos, no estamos exentos de equivocaciones y no hay que alarmarse, “nunca se equivocan quienes jamás abandonan sus prácticas de escritorio”; quienes se animan al desafío del hacer desde la realidad del pueblo sufriente, sometiendo la teoría a los hechos y no al revés, siempre encuentran algo más para graficar en los libros.

Es también indispensable lograr tener análisis propio, ser crítico en su verdadera acepción, sin que éstas cualidades choquen con la disciplina que se dé el conjunto de una organización, pensar por propia iniciativa y no convertirse en mero transmisor, también es una característica fundamental.

Podemos imaginar y pensar en una sociedad futura, pero las necesidades económicas y espirituales que tenemos como pueblo, no pueden esperar a que construyamos políticas sólo en función de esos objetivos estratégicos, así que se trata también de ser transformadores hoy mismo, en la medida de nuestras posibilidades y según lo requiera esta etapa histórica.

Pero todo aquello sin dejar de asistir y ayudar a construir ese cauce silencioso, tan importante como el sendero de romanticismo, valentía y triunfo “final”, al que no llegaremos como pueblo quedándonos en casa. Menos aún si aquellxs que “comprenden” la situación actual creen que ya han hecho suficiente o que no hay desde donde intentarlo. La historia no es una cadena de eslabones desperdigados, más allá de avances y retrocesos tiene continuidad ya que es un proceso unitario en el cambio.

Se trata de ser protagonistas hoy, no solo bajo el criterio de ligarnos al pueblo respetando su ritmo e interpretar correctamente la situación actual y actuar acorde con ella, sino también comprendiendo que en política no hay “armas” en desuso: o le damos utilidad nosotrxs o las utiliza el enemigo.

Así que el presente con todas sus insuficiencias, peripecias, incidentes en nuestro espíritu y acción, no debería paralizarnos y dificultar nuestra visión sobre los aspectos valorables de la etapa y algunas experiencias del pasado reciente que están en discusión, como el futuro que anhelamos y sobre el cual discutimos sabiendo que no será azaroso.

Un “cuadro” no es un producto pre-elaborado de una vez y para siempre, sino como todo lo que ocurre en la naturaleza, este sujeto a un constante cambio y desarrollo, y su taller de construcción no es otro que el campo de la lucha política-cultural. Aún aquel o aquella más preparado/a, debería actuar como una “esponja” absorbente del conocimiento, que también fluye en seres aparentemente menos preparados.

Quienes consideren, que ya nada tienen por aprender, que sepan que ya no son útiles al pueblo y sus anheladas necesidades.

Hace falta también un espíritu solidario, capacidad de autocrítica, voluntad de renunciamiento a las tentaciones materiales innecesarias para un pasar digno, impermeabilidad ante las seducciones del poder y ser transparente en todas las actividades de la vida. He aquí el gran desafío para tal artista singular.

Unir, unir y unir debe ser su consigna, que cualquier persona luchadora del campo popular y el mismo pueblo, vea en ellos/as, por lo menos algunas características que le resulten comunes.

Sabemos que el mundo neoliberal concibe la historia desde una visión individualista; para ellos, son superhombres, “nobles” personajes, los que deciden y construyen las grandes epopeyas de la humanidad, y no el inmenso y magnífico pulsar de los pueblos en su lento andar contra aquellas estructuras que impiden su progreso colectivo.

Bajo esa oscura concepción se esconde no sólo la pretensión neoliberal de ponerle anteojeras al pueblo sobre esta cuestión, sino también algunos de sus instrumentos pensantes, que van desde sus profetas más acérrimos hasta supuestos refutadores, éstos últimos con una fraseología hasta de “izquierda” donde contemplan a las masas populares en el desarrollo histórico, pero no desde su propia raíz cultural y concreta, sino desde el cómo deberían y deben ser según los hechos históricos de otras latitudes  y ciertas “lumbres intelectuales” que siempre parecen brillar más fuera de nuestra geografía.

¿Es que no somos capaces de pensar desde nuestra propia historia pluricultural los manuales universales?

¿No hay nada que contar de estas vastas tierras desde sus aniquilados antepasados hasta nuestros propios días?

“…nada o muy poco sabemos de nosotros mismos, en tanto que conocemos los más mínimos detalles de los extraños.” Rómulo Gallegos.

El o la militante que educado/a y enraizado/a en la cultura de su pueblo, por lo tanto, culto/a en el sentido fundamental, sabe que lo intelectual como labor no es como se concibe a menudo, una tarea exclusiva de los que tienen por profesión pensar (“intelectuales”). El verdadero intelecto está en su esfuerzo y comprensión de que su práctica y la teoría en forma conexa, se debe desarrollar en el trabajo por sintetizar en ideas, voluntad y unidad en la acción, todo el conjunto de experiencias históricas del colectivo de un pueblo contra sus opresores.

Para concluir adhiero a la idea de que el héroe o la heroína de verdad es el de carácter colectivo.

“Mi drama no es individual. Es el de los argentinos de más rica sensibilidad. La causa del mal no está en nosotros, sino en el país, en esta especie de factoría en que hemos nacido y vivido y a la que a pesar de todo queremos tanto. El mal está en que el espíritu no es un valor entre nosotros y en aquellos que vivimos por el espíritu, somos desterrados y con destierro perpetuo, por el crimen de ser superiores en sensibilidad”. Manuel Gálvez

“Así vivimos intensamente el compromiso del presente, con los oídos en el pasado y la nostalgia en el futuro.”
Peicha jaiko atypyre roñemói haĝua arapýpe,  ñande apysa ohasavaekuére  ha pe techaga’u pe oikótare.

Por: Andrés Guacurarí

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