Billetes de un millón de pesos, y olvido ideológico
Les presento algunos billetes, de la antigua colección familiar. Llaman la atención, los billetes argentinos de $1.000.000, ¿Verdad?… Dirán algunos: “Seguramente de una época de populismo peronista”, o de política de intervención estatal y expansión monetaria para incentivar la demanda.
Pero no. En realidad no provienen, precisamente, de un período de expansión monetaria para incentivar el consumo, recurriendo a la emisión, sino de un período de estancamiento económico, en que la base monetaria tambaleaba sobre un PBI, sostenido por una economía menos productiva, menos soberana, y finalmente, más especulativa, con un estado en retirada gradual y consolidada.
Forman parte de la serie “Peso Ley“, que seguramente algunos recordarán haber escuchado en un monólogo de Tato Bores (1990) 1, que se viralizó en las redes sociales durante el período macrista, cuando el país pasaba por una devaluación de más del 500%, haciendo del valor de la moneda, el tema de conversación cotidiano.
Esta colección de billetes, es la que puso fin a la “Moneda Nacional” que se remontaba a 1881, y que había circulado hasta 1969. En 1970, durante el gobierno de facto de Onganía, entró en vigor el Peso Ley 18.188 a raíz de… (Adivinen):
¡Sí! ¡Una devaluación!
“El Peso Ley 18.188 (Símbolo: $Ley) fue la moneda vigente en la Argentina en el período 1970-1983, popularmente conocida como peso ley. Cada peso ley equivalía a 100 m$n (Peso Moneda Nacional). El 15 de abril de 1969, a causa de una devaluación de la moneda durante una dictadura militar, se decretó una nueva emisión monetaria que dispuso la supresión de dos ceros en las monedas y billetes. De esta manera, 1 Peso Ley 18.188 = 100 Pesos Moneda Nacional. (…) El peso ley, que entró en circulación como tal en 1970, sufrió una elevada inflación, sobre todo a partir de 1975, y en 1982. En 1982 se llegó a emitir un billete de $ 1.000.000″ 2.
Y el proceso fue igual, al que luego implementaría la dictadura en retirada, con el Peso Argentino (Ley 22.077 de 1983), sacándole cuatro ceros al Peso Ley. Luego llegaría Alfonsín, e implementaría el Austral (Decreto 1096), entre 1985 y 1991, que le quitó otros tres ceros al Peso Argentino, cuando el Tipo de Cambio respecto al dólar, ya era de $800. Como dato final, el Austral fue reemplazado por el Peso convertible en 1991, cuando el Tipo de Cambio llegaba, nada menos, que a los A$7.000 (7.000 australes).
¿PORQUÉ SE LE “QUITAN LOS CEROS” A LAS MONEDAS ANTERIORES?
Se dice que se le “quitan” ceros a la moneda anterior, porque de esa forma se reinicia la contabilidad nominal de la moneda, creando una nueva base monetaria nominal, cuando la base existente, compuesta por una moneda determinada, carece de credibilidad y el debido respaldo. Una nueva moneda es un “barajar y dar de nuevo“, con una base monetaria nueva y más pequeña, que se ajusta mejor a la cantidad de riqueza existente en el país. Es decir: La economía se contrajo tanto, que la base monetaria existente es irreal, y existen sumas nominales enormes para la cantidad de bienes que se producen e intercambian. Una nueva moneda con menor denominación, lo refleja, manteniendo sumas numéricas más representativas, y una cantidad de dinero razonable para las diversas transacciones.
¿CÓMO SE LLEGÓ A ESO?: LOS 70 AÑOS DE OLVIDO IDEOLÓGICO
Desde los sectores del poder, se adoctrina sistemáticamente a una masa de economistas aspiracionales, mediante la beocia idea de que la inflación, es un fenómeno estrictamente monetario. No es propósito de éste artículo dedicarse a rebatir eso. En todo caso, se dará en otro artículo específico, para hacerles mil pedazos su fantasía, y regodearnos sobre sus restos. Desde ya, adelanto que se hará. Pues al parecer, los verdaderos economistas no se toman el bizarro trabajo de rebajarse a responder eso, así como nadie se toma el trabajo de rebatir el terraplanismo, sin que se le escape una carcajada al hacerlo. Pero por ahora, basta y sobra mencionar que la base monetaria de un país, expresa principalmente el tamaño; productividad; dinámica de la economía (dentro de lo cual redundan diversificación y desarrollo industrial) por un lado; y por otro lado el poder del estado, en tanto autoridad legítima que otorga a la moneda su vigencia, alcance de circulación y respaldo legal para sustentar el valor nominal. Luego, la cantidad de dinero circulante no debe alejarse demasiado del tamaño de esa economía, pero fenómenos como la inflación, en el mundo real, no se pueden explicar sólo por la cantidad de dinero. Si fuera ese el caso, sería fácil frenar la inflación, simplemente apagando las imprentas. Y no necesitamos teorizar: El gobierno de Macri lo hizo, y la inflación se duplicó.
Inflación y devaluación, son, pues, fenómenos multicausales, que además se pueden retroalimentar. Algunos creen que la primera devaluación fue en 1975, durante el “rodrigazo”, después de la muerte de Perón, durante el final del gobierno de Isabel, y su ministro Celestino Rodrigo. Además de pasar por alto la hiperinflación durante la dictadura militar de 1976-1983, cosa que comprendo, pues comprendo que todos los “olvidos” en historia y política, son olvidos ideológicos, que cumplen una función para quienes los promueven, con mayor razón, comprendo que éstos sectores omitan hablar de las verdaderas raíces del problema, que provienen de mucho antes.
La razón es muy simple: Éstas raíces, explican perfectamente las causales conectivas con el problema subsiguiente, que es actual y vigente por la propia persistencia y continuidad de la aplicación, perpetrada a manos de los mismos sectores responsables, que necesitan promover el olvido y el sesgo, en la narrativa histórica. Una continuidad que también olvida ideológicamente, cuando mencionan el viralizado eslogan de los “70 años”, dado de bruces con la más elemental suma matemática de los años. “70 años” en una cronología histórica demostrativa de que, la realidad es diametralmente opuesta a lo que intentan insinuar con ese marketinero eslogan.
“… En 1956, Argentina, por iniciativa del presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu, ingresó al Fondo Monetario Internacional, contrayendo así su primer préstamo con dicho organismo internacional. (…) En años anteriores, el ex presidente Juan Domingo Perón se negó terminantemente a ingresar a ellos, asegurando que dichas instituciones eran un instrumento de sometimiento de los países centrales para imponer políticas a los países periféricos.
(…) La política económica desarrollada desde 1955 desmanteló los principales mecanismos forjados por el proyecto peronista. Los protagonistas de la autodenominada “Revolución Libertadora” encararon la desnacionalización de los depósitos bancarios, la eliminación del control estatal sobre el comercio exterior, la terminación de los tipos de cambio selectivos, y la derogación de la Constitución Nacional sancionada en 1949, entre otras cuestiones”. 3.
Así, la gran decadencia comenzó hace 65 años. Éste mes de abril, se cumplen 65 años de economía “globalizada” y “abierta al mundo”, porque el 19 de abril de 1956, la dictadura, que derrocó a Perón el año anterior, realizó el primer acuerdo con el FMI, comenzando el gran circo de la deuda; del déficit fiscal permanente, motorizado por el componente financiero; las políticas de liberalización; desregulación y ajuste exigidas por este organismo, e implementadas con gusto por los jerarcas de los siguientes 39 años de gobiernos antiperonistas, y 10 años del menemismo neoliberal, que los libertarios hoy reivindican. Estos, llevaron a cabo el desmantelamiento de la economía productiva y soberana, y cuatro de los cinco ciclos de endeudamiento externo del país, con organismos internacionales (El primer ciclo de endeudamiento fue concretado por Rivadavia, en 1824), para luego, a través de liberalizaciones y ajustes, espiralizar y estructurar la pobreza.
REFORMAS ESTRUCTURALES VS. COYUNTURALES:
Cuando se habla de reformas estructurales, se hace referencia a aquellas que modifican la forma de funcionar, y los elementos materiales e institucionales constitutivos de una economía. Bajar o subir un arancel; el tipo de cambio o los impuestos, no son reformas estructurales, sino coyunturales. Y pueden servir para determinados propósitos, en ciertos contextos. Pero las reformas estructurales clásicas, modifican las reglas de juego a futuro, acotando la capacidad de utilizar, luego, medidas coyunturales para corregir posibles desviaciones. El problema, es que la construcción de una economía, como lo demuestra el desarrollo histórico de EEUU y las naciones europeas, conlleva varias décadas de intervención estatal, e inversión pública sostenida. Mientras que las reformas estructurales de tipo liberal, pueden destruir todo con gran facilidad, en muy poco tiempo. Como en todo: Es fácil destruir, pero es difícil crear.
Desde 1955, la Argentina fue sometida a las más profundas reformas estructurales, que le quitaron recursos; medios; empresas y atribuciones estatales, reduciendo su capacidad de acción sobre la economía, así como la solidez, solvencia y autonomía de la misma. Esto, dejó al país con cada vez menos escudos ante crisis internacionales, así como, con una participación nacional cada vez menor, en los ingresos del comercio y la producción. Los márgenes de ganancia, que durante el peronismo, quedaban en mayor medida en el país, desde el comercio exterior hasta los márgenes internos de la producción, pasaron gradualmente a manos extranjeras, provocando un déficit creciente, y balanzas comerciales deficitarias, en forma cada vez más recurrente. A su vez, la liberalización del sistema financiero, bajo la Ley de Entidades Financieras (21.526) de 1977, garantizó un tubo de salida constante de divisas, allanando el camino para un empobrecimiento estructural, que no dejó de exprimir y vaciar el país, hasta hoy. Vale decir que, como casi todas las reformas estructurales, la Ley de Entidades Financieras de la dictadura, sigue vigente, explicando en gran medida la fragilidad de nuestro sistema financiero y monetario actual. En el medio, la profundización neoliberal de los 90´, con el remate final de 400 empresas nacionales, entre las cuales estaban las principales, dejó como resultado un estado insignificante, y una economía nacional minúscula, con la tarea de sostener un gran país.
Entre paréntesis, la maniobra de convencer a la población, del estado como un opresor “ineficiente y deficitario”, que debe ser reducido, deshaciéndose de sus empresas para dar lugar a un sector privado “eficiente y competitivo” es, cada vez que se repite, la más evidente paradoja, en tanto las potencias mundiales, no solo no privatizan sus empresas, sino incluso compran las nuestras. Como fue el caso de Aerolíneas Argentinas, comprada por la estatal española Iberia, por ejemplo, para ser vaciada y desmantelada.
Finalmente, el estado mínimo, pasa a caracterizarse por una estructura boba e inoperante: Pero con gran necesidad de recaudación. Por un lado, recaudación para sostener los servicios y a la población misma, que el mercado abandona y expulsa sistemáticamente. De allí que los gobiernos no peronistas fueran los pioneros en crear planes sociales. Y por otro lado, recaudación para el repago de las interminables deudas dejadas, en nuestro caso, ya por 49 años de vaciamiento y demolición interna, a pedido de las potencias “aliadas”, predicantes para el tercer mundo, de un liberalismo que ellas jamás aplican.
Como en un Ying y Yang de la creación y la destrucción, los gobiernos peronistas, a excepción de Carlos Menem, siempre defendieron un modelo de desarrollo nacional. Y los gobiernos no peronistas, a excepción de Arturo H. Illia, siempre hicieron exactamente lo contrario. Por eso, para los conocedores objetivos de la historia, Macri no representó sorpresa alguna. Illia, como única excepción de su procedencia, al haber sido puesto allí por los mismos mandantes de su partido, estaba en primera fila, y muy a la mano, para que lo remuevan con la misma facilidad, con la que lo colocaron. No llegó a cumplir tres años de gobierno, pero al menos contó con la seguridad de tomarse un taxi, y regresar a su casa tranquilamente, sin que intentaran asesinarlo.
Por lo demás, la próxima vez que alguien diga “Argentina era rica hasta que llegó Perón”; los “70 años de peronismo”, y demás frases estultas de redes sociales, que nadie se enfade: No debiera causar enfado la expresión de la hormiga, cual convencida está, de que el mundo empieza en el fondo del jardín, y se termina en la vereda de la casa.
Los billetes de Un Millón de Pesos, son una clara huella histórica, y un mensaje hacia el futuro: Todo es posible.
El crecimiento sostenido; bajar la pobreza, e incluso el pleno empleo, que tuvimos durante tres décadas, son posibles, aunque lleven mucho tiempo y constancia. Pero mientras circulen las recetas de ajuste; liberalización; privatización; dependencia y deuda, como un lastre que arrastramos desde hace 65 años, y mientras muchos argentinos sigan sometidos a ellas, también es posible que todo llegue a ser peor. Por eso, hay que estudiar lo que ocurrió, reflexionando a fondo y en detalle, sin anteojeras, y sin olvidos ideológicos. Hay que pensar en un desarrollo nacional en el que participemos todos, y cuya riqueza sea para todos los argentinos porque, a fin de cuentas: ¿Acaso no es eso, para lo que tenemos recursos, y para lo que el pueblo trabaja?
ENLACES DE CONSULTA:
1) Tato Bores (1990):
https://www.youtube.com/watch?v=X1rm8I2UT2Y
2) Billetes Argentinos Una reseña gráfica de la historia de la moneda argentina:
http://www.billetesargentinos.com.ar/
3) Museo de la Deuda Externa argentina: 19 de abril de 1956: Ingreso de la Argentina al FMI: https://museodeladeuda.econ.uba.ar/19-de-abril-de-1956-ingreso-de-la-argentina-al-fmi/