Crónica de un femicidio anunciado.

El lunes 8 de febrero, en la localidad de Rojas, Matías Ezequiel Martínez fue citado a la Ayudantía Fiscal para informarle de las medidas en su contra y advertirle acerca de las consecuencias de transgredirlas. Ese mismo día, asesinó a Úrsula Bahillo de al menos 15 puñaladas.

Úrsula Bahillo, la joven asesinada.

Pero antes, el 5 de febrero, Úrsula lo denunciaba nuevamente. El 28 de enero, la mamá de ésta le había iniciado otro expediente y el 9 de enero fue la primera vez que Úrsula fue a denunciarlo.

A pesar de todo esto, recién el mismo 8 de febrero el juzgado mandó un mail al municipio ordenando que se le entregue un botón antipanico a la joven, mail que nadie leyó. Pero las denuncias que Úrsula y su mamá Patricia realizaron no fueron las primeras que el policía bonaerense tenía en su contra.

Su ex pareja, quién se encuentra de “licencia psiquiátrica” desde marzo del año pasado, consecuencia de la relación violenta con Martínez, relata que su sobrina dio a conocer el abuso recibido por parte de este último: “ella recién pudo darlo a conocer el 24 de junio de ese año, porque él la había amenazado diciéndole que si hablaba me iba a matar a mí y a mi hija”. En diciembre del año pasado, la víctima dio testimonio en Cámara Gesell y se pidió la detención de Matías Ezequiel Martínez por el abuso, pero el juzgado dijo que había que esperar y siguió en libertad.

Pero nuevamente, esta denuncia no es la primera que Martínez tenía; En el año 2017, otra de sus ex parejas (Belen Miranda) lo denunció por violencia de género. “Sufrí sus amenazas, sus empujones y hasta su arma reglamentaria apuntándome, porque lo denuncié en 2017 e igual aparecía por mi trabajo y no pude volver a mi casa por dos meses.” Relató en la carta a Úrsula que publicó en “Garganta Poderosa”.

A Úrsula no solo la asesino su femicida, también la mato la indiferencia, la falta de accionar y el encubrimiento de los cuerpos reglamentarios como la nula capacidad del estado.

El pasado miércoles todo el país le dijo su último adiós a Úrsula Bahillo, con la promesa de que va a tener justicia y, como ella lo deseó: se va a caer (lo vamos a tirar).

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